El arte de preguntar (II)

Cabe anotar que lo expuesto con anterioridad tiene ciertas limitaciones. La más importante de ellas es que no presentamos las mismas habilidades lectoras para los todos los tipos textuales. Mi habilidad no es necesariamente la misma al enfrentarme a una novela que a un libro especializado. O viceversa. Para un ingeniero electrónico descifrar una novela es un trabajo largo y penoso. Nuestras habilidades dependen de nuestros hábitos lectores. Se puede ser un lector crítico ante la poesía y ser un lector literal ante una obra que se consagre a los últimos descubrimientos de la física cuántica.

Por eso es tan importante la forma en que nos enfrentamos al texto, la forma en que lo cuestionamos.

La mayor parte de los mediadores de lectura se consagran a los datos. Fechas, horas, espacios, protagonistas. Es la forma más común de preguntar y no apunta tanto a la comprensión como a la capacidad de recuperar información. Esto no hace que la lectura literal sea exactamente deleznable. Debemos estar en la capacidad de saber que el personaje principal de “La Torre Oscura” es Rolando de Galaad y no el Topo Gigio. La dificultad estriba en que el mediador se acostumbra a que debe haber una correspondencia exacta entre pregunta y respuesta. Correspondencia que no sólo se aplica, en últimas, al texto sino al conocimiento en sí mismo.

Esto es evidente en la escuela. El docente pregunta y no espera una interpretación del texto por parte del alumno sino que el alumno conteste lo que el docente considera que es correcto. Según Alberto Rodríguez a esto se le llama avaluación(1).

La responsabilidad empero no es sólo del docentes es un vicio que se ha tomado las formas de producción del pensamiento y que busca una correspondencia exacta entre el texto y el mundo cuando se trata tan sólo del primer peldaño en el mundo de la lectura.

La segunda forma de preguntar apunta a la estructura íntima del texto, a la magia de su funcionamiento y parece estar sólo reservada a los niños de preescolar y a las novelas de detectives. Se refiere a nuestra capacidad de anticipación, de relación de información dentro del mismo texto y con otros tipos de lectura. Por ejemplo, para poder disfrutar de “Caperucita Roja y el lobo” de Roald Dahl he de conocer la historia arquetípica de la caperucita –bien haya sido perpetrada por los Grimm o por Perrault-. Sin punto de comparación no hay posibilidad cabal de captar el sentido paródico de esa niña superficial, gomela y salvaje que en que Dahl convierte al personaje.

Este tipo de preguntas apuntan también al qué va a pasar, al qué sucedería si determinado personaje o situación pueden ser modificadas. Qué pasaría si la bruja fuera Blancanieves y no la madrastra.

(1) Rodríguez, A; Osorio, M. Lectura y entendimiento. Editorial Schoeffer & Fust. Cali, 1996.

Comentarios

Publicar un comentario