Bibliotecas VI: Bibliotecas de aula

La mayoría de las personas tienen una concepción sagrada de los libros. Los libros se han convertido en objetos extraños a los que sólo acceden los sabios, los conocedores y los estudiosos. En muchas ocasiones leer es sinónimo de erudición, es una tarea que se le deja a unos cuantos. Incluso los lectores de periódicos y revistas no se reconocen como lectores en muchas ocasiones porque no están sentados ante libracos polvorientos y con los dedos llenos de mugres. Si leer es una religión, acercarse a un libro sagrado es labor de unos pocos elegidos.
Para que esta concepción cambie se hace urgente que el libro sea un elemento cotidiano que sea tan imprescindible como un teléfono celular. Un niño de tres años juega con teléfonos celulares en tanto muchas veces no ha visto en su vida un libro.
El objetivo de una biblioteca de aula es precisamente ese, poner a la mano de los niños y jóvenes esa herramienta fantástica que es la lectura. Poner a su disposición permanente (tanto para el ocio como la distracción) una versión más domestica, centrada en las necesidades del docente de turno, de la biblioteca escolar. Es una sensibilización permanente de la lectura para los estudiantes y, por qué no, también para los docentes.

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