Los adultos y la “literatura infantil” I


La discusión es vieja: ¿existe una literatura infantil y una literatura para adultos y una literatura para jóvenes?
La cuestión parece baladí, sin embargo cuando el adulto promedio considera que la “literatura infantil” es poco más o menos que melaza predigerida y regurgitada (el quijote para niños, Juan Ramón Jiménez para niños, Quevedo para niños, Poe para niños y así ad adsurdum) o simple y llanamente una especie de subliteratura que no tiene pasado ni presente ni futuro, entendemos porque no se pone mayor atención al elegir libros y/o textos para niños.
Aunque se esperaría que esto sucediese sólo con los padres la cuestión empieza a ser más preocupante cuando los mismos educadores confiesan no tener mayor interés en los libros infantiles y conocen tan sólo las obras de Perrault o cuando más a Roald Dahl. Aunque no se puede negar el valor de los cuentos de hadas tradicionales dentro de la formación infantil es también cierto que el mundo de hoy se está moviendo con valores y medios diferentes que exigen las formas de narración contemporáneas. Urge acercar no sólo a los niños a la literatura infantil sino también a los adultos para que tengan elementos de elección más fuertes que aquellos basados en los conocido (“es que yo crecí con estos libros”) y lo primero que cayó en el carrito del supermercado.
La primera publicación de los cuentos de los hermanos Grimm no se dirigió a los niños sino que se presentó como un documento de investigación sobre el folklore alemán. Incluso presentaba numerosas notas a pie de página dónde se hacían sesudos análisis o anotaciones sobre las diversas versiones y/o fuentes. Fue después, por la demanda del público, que los cuentos de los hermanos Grimm vieron la luz de forma similar a la que conocemos hoy (nada que ver con las versiones políticamente correctas de Disney).

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