El adulto y la promoción de lectura

Me resulta paradójico encontrar que los esfuerzos visibles en promoción de lectura se encaminen a los niños y jóvenes en etapa escolar. Las propuestas para estas edades son más variadas, más atractivas, más ingeniosas y, con mucho, más interesantes.
Parece que nos hubiéramos rendido con los adultos. Parece que los adultos poco valieran la pena o que se hiciera demasiado caso del adagio popular, árbol que nace torcido nunca su tronco endereza.
Las gestiones en promoción de lectura deberían involucrar invariablemente a los adultos en su totalidad, porque eso significaría involucrar a la sociedad entera. Son los adultos quienes escriben los guiones de cine, son los adultos quienes escriben los libretos para telenovelas, son los adultos quienes hacen los videos musicales, son los adultos quienes dirigen los colegios y universidades, quienes hacen la publicidad, quienes controlan las empresas, quienes manejan el país. Es urgente que los adultos lean, sin importar su edad ni su posición social. Es urgente por la sencilla razón que quien tiene una pasión busca compartirla, la involucra en su quehacer diario, opina y se manifiesta sobre ella.
En Colombia es visible que los adultos leen poco porque en nuestra vida cotidiana vemos poca lectura. En nuestras películas, series y telenovelas es poco común encontrar escenas en librerías o bibliotecas, es poco común encontrar un personaje leyendo en algún momento algo que no sean informes o estadísticas. Es poco común encontrar adultos leyendo en las calles, en los parques o en los transportes públicos.
Dice Orson Scott Card que las historias crean comunidades de personas con recuerdos compartidos. Nos quejamos sobre las brechas generacionales cuando no nos hemos esforzado en encontrar historias, más allá de nuestra barbarie cotidiana, que nos involucren a todos.
Si nos fijamos en los hogares que han compartido los fenómenos editoriales de Harry Potter, “Crepúsculo” o tan siquiera Paulo Coehlo, encontramos hogares donde los canales de comunicación están abiertos porque hay historias compartidas. Me corrijo, historias significativas compartidas. Historias que se salen del estereotipo, de lo masificado, historias donde se encuentran elementos que tocan trasfondos esenciales en las personas.
Si necesitamos que los niños y jóvenes lean, también necesitamos interlocutores validos para esas lecturas y esos interlocutores validos deberían ser los adultos.
No nos quejemos entonces de brechas generacionales y de falta de comunicación cuando no estamos compartiendo historias que nos envuelven a todos.

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